


tl;dr 6/10
Hacía casi diez años que no visitaba la ciudad. No puedo decir que antes la frecuentara demasiado, pero siempre encontraba una excusa para pasar: una escala en el aeropuerto, una visita breve a los lugares conocidos. Esta vez, con tanto tiempo ausente, y después de turistear un poco lo siguiente en la agenda fue lo obvio: buscar una taquería.
más salsa nos recibió con una fila que llegaba hasta la entrada. Pensé que sería una espera larga y tediosa, pero para mi sorpresa avanzaba con precisión casi mecánica: en pocos minutos estábamos frente a la caja.
Lo primero que llama la atención es la estética. Un ventanal amplio deja ver la cocina al fondo; a un costado, tres trompos giran sobre las brasas. La escena promete. Uno asume que allí está el corazón de la casa. El menú ofrece unas cinco o seis carnes, presentadas en distintas variaciones. Yo, fiel a la costumbre, me limité a los trompos: pastor y sirloin.
La ilusión duró poco. Siendo generoso, la experiencia apenas roza la mediocridad: carnes nervudas, secas, sin costra, con más obligación que sabor. Las salsas, variadas en apariencia, resultaron decepcionantes en boca; algunas, incluso, con un dejo artificial que evocaba más un supermercado que una taquería.
más salsa parece apuntar a otro público: no al que busca sabor, sino al que busca conveniencia. Una experiencia empaquetada, ágil, lista para consumirse rápido y olvidarse aún más rápido. Porque algunos sabores nacen para trascender, y otros, como aquí, para disiparse sin dejar huella.
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