tl;dr 8/10
Tacos Don Pepe es uno de esos lugares que parecen invisibles para quien no los está buscando, un estanquillo escondido a plena vista. Ubicado en una curva frente a un parque, rodeado de departamentos, el puesto se distingue por su estructura de lámina, unos cuantos focos amarillos y un puñado de mesas metálicas que invitan más por la costumbre que por la estética.
El menú es breve y directo: carnaza, adobada, tripa, labio y poco más. Cada taco cumple con solidez: buen sabor, tortillas al punto y un equilibrio notable con las salsas, con buen balance en picor y profundidad. Son de esas que invitan a seguir comiendo, incluso cuando ya terminaste.
El punto técnico más destacado está en la tripa. Bien dorada y sin disfrazarla con salsas agresivas, lo cual habla de confianza en su preparación. No es una ejecución común en la ciudad, y eso la convierte en una opción especialmente recomendable. La adobada también merece mención: carne bien marinada, con un adobo equilibrado que deja sentir los chiles sin que ninguno domine.
Desconozco el origen de estos sabores, no son del todo tapatíos, pero me resultan familiares. Tal vez vienen del norte, pero eso sólo suma interés a la propuesta. En cualquier caso, hay técnica, intención y un respeto evidente por el producto.
La atención es amable, aunque el servicio puede sentirse lento en horas pico. Los horarios tampoco ayudan: cierran dos días a la semana y suelen tener buena afluencia, lo que exige algo de paciencia o planeación.
Tacos Don Pepe no busca deslumbrar con formas, sino con fondo. Un lugar que entiende su oficio y lo ejecuta con seriedad.
Deja un comentario