tl;dr 7.5/10
Me mudé a Guadalajara en 2012. Era mi primera vez viviendo solo, y como todo norteño, venía acostumbrado a la comida callejera donde la carnita asada es religión. Mis primeras semanas fueron una decepción tras otra: carritos con letreros prometiendo “carnes asadas” (todavía no entiendo por qué en plural), que al final servían sólo bistec a la plancha. Sin carbón, sin humo, sin alma.
Todo cambió unos meses después, una tarde cualquiera de regreso del trabajo. Vi elevarse una columna de humo desde un carrito, un nuevo lugar, sin letrero, apenas una lona y unas sillas. Paré por curiosidad… y me llevé una grata sorpresa: carne al carbón, bien asada, sin adornos innecesarios. Desde ese día, y por varios años, se convirtieron en mis tacos favoritos. Directo a lo esencial: carne, fuego, sal. Llegar y pedir “cinco de asada, solo frijol” se volvió parte de mi rutina semanal.
Dejé de ir cuando me mudé al sur de la ciudad, pero ese sabor se quedó conmigo. Para mí, ellos fueron pioneros del humo en una ciudad que no lo conocía.
Hace poco volví. Ahora son mucho más populares, tienen más mesas, más clientes, más ruido. Pero el sabor sigue ahí: fuego y sal, sin pretensiones. En una Guadalajara que ha evolucionado, donde ahora encuentras carne asada en cada esquina, El Güero se alza sobre la moda, sobre los imitadores que no nacieron con el humo, sino que lo adoptaron cuando vieron que vendía.
Quizá con menos frecuencia, y tal vez con más nostalgia, seguiré regresando. Mi único reproche: las salsas no pican.
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